sábado, 23 de julio de 2016

El tiempo, principio de angustia contemporánea.

La bravura del tiempo

Luces como sables en lo alto de la bravura,
tabaco, flor de simpleza
anonadado en la morada
placeres únicos.

Humano casi Humano

Colmado de decoros oscurecidos 
La sombra de la luna monstrua
en un ángulo panóptico

Secuestros de almas
en un temple de aguas negras.
Atardeceres enjaulados,
la partida de una mente cíclope:
cree verlo todo...ciego al altibajo.

Ladrillos muertos
Tiempo del abandono 
Los pies descalzos 
hartos de enigmas del sueño.

Hoguera de varas perturbadas 
un golpe a la infancia.
Cinto en mano, la mano es larga.

Mirada neutra nublada de humos
degustando cada imagen.
No hay escalas. Blanco y negro
negro y blanco.

Exorcizando los blancos
recorre el patio amplio
¿amplio?... de acá se ve finito. 

Ambivalencia petrificada de la dicha, la muerte,
EL CANDOR

Dedicado a Baudelaire.

"El señor C. G"


Observación I


Ultraje ardiente de siluetas
secreto dual de la belleza,
aterroriza los vientres agudos,
mudando de piel,
risa en caída: un lujo en la boca del lobo.

Larga vida a las inspiraciones.
No hay sentir que barra las líneas leves en lo alto.

El amanecer se extiende
incendiando las chimeneas industriales.
Un solo demoníaco da cuerda a los hombres de carbón y plutonio.

Las venas saturadas de gas
hallado en fosas del mar
                                       salvajean las olas.
Deformidades del paisaje
Inservibles restos...



domingo, 3 de julio de 2016

Proust, SOLILOQUIO DE NOCHE.



Marcel Proust, con su poder en el filo de la punta del ojo, no duerme.
Pienso que Marcel no creía en el descanso, en ese adormecimiento obligado por un mundo de mercado. Pienso que él como muchos de nosotros creía en la noche, y al creer en su paso la vivía. Escribía, dialogaba consigo mismo, dando luz a un soliloquio tan suyo, el soliloquio proustiano. Hablaba de memorias y olvidos que avanzaban, sin detenerse, por cada uno de los cauces del pensamiento triunfando en las voces, sabores, mas allá del corazón, en  un profundo pozo de aguas calientes, puras que enervan el TIEMPO en una experiencia que es tenaz, mas allá del OLVIDO, a ser parte nuestra en su belleza.
¿ En qué tiempo quedan cada una de las experiencias? Marcel Proust, quizás llamó tiempo perdido, a esa morada encendida de las simplezas que nos acontecen en otra cosa que en la misma vivencia. 

Tenshi Chesterton

lunes, 25 de abril de 2016

Hasta que punto.

Hoy te he visto
Desde ese patio vacío.
 La seducción,
El reconocimiento medido,
Absurdo al corazón
Indispensable en la conquista
Y la dominación
 Que a gusto operamos.

Fingir ser espejada 
En el vidrio casi roto
Por tu distancia.
La línea que pixela
El aeroplano
 Siendo ápice de mi vuelo.
La percepción
 Tiembla.

martes, 19 de abril de 2016

La noche reciente.

Espiral de ojos cándidos, la mera herida de un timón en los oídos...
Chispea el llanto mas sincero, el cielo turco. 
Chimeneas en arboledas latosas, metálicas de fuego de un rojo vencido. 
El  yo como un ente que me engaña, estimulando el sufrimiento, corriendo a la par de la muerte que no estima la sentencia.
Máscaras que caen rompiendo el único sentimiento eterno ... el amor destinado a frustrarse.
Bloques de carne caen como cajas de un cielo de tarde, se espejan todos los caminos del bosque. Mi verduga tiene precisión, y una lucidez que opaca la experiencia de hacer- deshacer una y otra vez. 
Caóticamente se inundan aceras y la cabeza tornó a soñar.
Unas ruedas me dejaron a salvo de la tempestad que corría en esa ruta mortal, que es la verdad más que escudo de sabio lo que primero se pierde.
La solemne sombra que rodea la luna imitando sus siluetas al pasar el tiempo, voz muy aguda que te tuerce la meta y te hace suspirar, ese suspiro si que es largo. 
El humor muta en las mañanas en la que extrañamos una sensación percibida por la razón que nos hace eternos.
Lo muy prometedor desaparece, optar por la lucha del amo y el esclavo te hace libre: esforzarse en la lucha del día a día hace un haz de dos cabezas. Solo un cuerpo, dos cabezas.
La técnica es popular. el aura de unos pocos... Las catedrales, las artes accesibles de mentes encubadas en frío. Las cubeteras llenas, escarchas pequeñas. 
Vuelo al centro, pirotecnia juego de luces que impulsan la creación de las pantallas que hacen moda del hábito mas vulgar. Se ríe de la enfermedad, transparentan la mediocridad.
Una dama despeinada anunciando el abuso de esas cortas piernas danzantes. Cuanta enfermedad cargan las nubes, como sublimes se hacen lobos. Cae la lluvia despintando el carrusel.
Abstraerse al margen, ser punto aparte. La palabra y su final.
El ocaso de la mirada en medio del campo, llena de alguaciles, alrededor de ese cóncavo viven por última vez.
En el vacío de esos humos urbanos se acarician las manos sucias. Acrobacias de tu impulso de ser amada, y como mal amante arruinando las mas nobles virtudes de esta ciudad enfurecida de plazas y calles, de tanto dialogar se convierten en diagonales. Calles secas.
La fosforescencia del luto sin negros, reminiscencia del hombro que corriendo de tal forma ardía la vida , estallando en furias.
Ojos calvos atravesados por un idealismo nefasto, cegador de la masa ambiciosa.
Calaveras alrededor de un cuello marcado de silencios. La gratitud durmiendo en los laureles.
Musicaliza la transición un canción flamenca, con castañuelas separa en fonemas el lamento moro.
Retroceder hasta el finito, acostumbrarse a que hay edad para la muerte.
Se escucha fuerte y el oxígeno se evapora en la molécula de tu respiración, que me reniega de frente dejando todo en su lugar.
Láminas traslúcidas, el velo de Maia rasgado... 
La humanidad desnuda, el arrojo me trajo -deviniendo- una complejidad de dolores donde perdemos algo que late más allá de la economía que impulsan las venas velando por el músculo emperador. 
Las ojeras que pintó la noche en mí, la escritura que me lleva al insomnio fantasmal que anuncia el sueño que es un karma entre los huesos.
La gratuidad de las tormentas torrenciales que evocan tus neuronas gastadas de ahondar en una fosa filosófica.
El río arrastra al que muta y lo viaja por toda esa longitud desconocida como el tiempo de tus labios que reviven en este paisaje decadente, tan decadente que no es paisaje, es propia creación 
Los vitrales de un viaje como calidoscopio fusionando colores figurados pueden ser campanazos, huida de palomas. El vuelo atolondrado en rondas curvadas y la salida que no se distingue. Es solo metafísica.

Angela Icardo


 

lunes, 18 de abril de 2016

Desgaste

El parpadeo se congeló,
 Está soñando con los muertos,
 Ilusiona, 
Trabaja en la mirada.

perspectiva más allá de los puntos,
 El tiempo implica espacio recorrido.
 La expansión interna 
Ocupa el alma
El alma:
Doblada
Garabateada
Manchada.
 Cuajos de limón.

 Aullido
Exclamor del muerto en el cajón.
Colinas de escritos
Bajada de estrofas peligrosas.

Rostro cae al suelo,
 Margaritas por las tardes.
la verdad que está soleado,
El poema se me escapa,
 Si cierro el cuaderno
Todo se dilatará.

 Acabó el festín

                                                     
                               A.I


La separación (1894). Edvard Munch

Hojas Maquilladas


Rojo amanecía allá por la llanura del campo, entre verdes y azulados una luz gigantesca deslumbraba cada filo de hoja, o las espigas que rodeaban los cultivos. ¡Es un cielo distinto! –Exclamé-, hablando de aquella alegría iba comiéndome los ojos uno por uno, no me alcanzaban para la inmensidad que sucedía.
Esa imagen recorrida por la oscuridad de cuando cerramos párpados –que como cortinas se cierran y enfurecen de negrura- me da una especie de extrañeza hoy en día, y como no creo en la nostalgia, solamente aparece donde quiero, frente a mí, desterrado de esa imagen, solo puedo desde afuera, contemplarla. La siento mía, es distinta a cada uno de las que ustedes tendrán de un campo. Puedo darle arte y hacerla resonar, dar a conocer, pero ni así será la misma: es en su ingeniosa escena, pero rasguña con fuerza fragmentos de la realidad.
Suelo pensar en el aire, cómo será el recorrido ¿será siempre el mismo? Imposible, como todo se distorsiona y será distinto.
Intensifica mi voz las ganas de eco, de tornarse más allá de su alcance. Me enloquecen los ladridos de acecho, son fieles en matar cuando me acuesto vestida esperando salir de la cama y amar.
Se alertaban suicidios entre los minúsculos temores, perdían el carácter potencial… se horrorizaba la eternidad secuestrada en algún sueño egoísta. Entonces hacíamos silencio todos y entonaban a coro el aullido del lamento, como algo efusivo y marchito lidiando con los pétalos de las begonias de la ventana esa tuya desde donde te desnudas escuchando latidos antes de caer por el precipicio de la demencia, tu mente un mar de sales gastando la orilla de cualquier salvataje.
Una hamaca desconocida trasciende de arriba-abajo esta soledad con sol, de la que reniega este impulso de vivir, tan despierto a la noche, todas las horas dormidas sueño, siempre soñando.
Un crucigrama de escalones me lleva a la altura singular de este monte sin salida, barranco abajo y mis dientes suspendidos en una mueca de adrenalina adolescente. Los cúmulos de humo de alquitrán son sahumerios de esta distracción desvelada de la palabra. Abanico de olores que vienen hacia mi en un YO hacia ELLOS, devorados por mi nariz que sangra frente al espejo amargo de la angustia de la infancia: semilla de mi afán por destruirla, y creer que seguiré con vida. Esta es una lucha cruda de dos esclavos, pido parar. Como estatua al menos unos instantes de esta rueda de amalgamas entre alegría y perdición.
Lentamente me estiro hasta las astillas sin tocar el veneno de sus púas, y no. No me alcanzan, al menos por ahora no.


Angela Icardo.